Seleccionar página

Los trastornos témporomandibulares (TTM) son un grupo de afecciones músculo-esqueléticas que afectan a la ATM, a los músculos implicados en la masticación y a las estructuras relacionadas con la ATM (Gauer y Semidey, 2015). Estos trastornos se manifiestan con dolor en la región témporomandibular, dificultad para abrir la boca, contracturas en los músculos masticatorios, acúfenos (pitidos o zumbidos en los oídos), ruidos articulares (chasquidos), bruxismo, cefaleas y dolor cervical. Pueden ser producto de múltiples factores como traumatismos faciales, bruxismo, anormalidades en la ATM, malas posturas corporales, patologías reumatoideas o factores psicosociales.

El bruxismo se define como una actividad muscular masticatoria repetitiva que se caracteriza por apretar y/o rechinar los dientes (Lobbezoo et al., 2017).

Se considera que es principalmente un trastorno del movimiento relacionado con el sueño, el estrés y
la ansiedad, con una etiología multifactorial aún por determinar, que involucra procesos fisiológicos multisistémicos complejos. Generalmente se produce de noche y genera trastornos de ATM, cefaleas, cervicalgias y dolor facial, fractura de piezas dentarias y sensibilidad dental, entre otros síntomas. Suele estar asociado a patologías como síndrome de Down, parálisis cerebral espástica, Parkinson, esclerosis múltiple y autismo.

En la práctica odontológica, el tratamiento actual para el bruxismo se realiza con un dispositivo oclusal de acrílico rígido (Becerra Santos et al., 1995). Este tratamiento es útil para evitar fracturas, abrasiones dentarias y trastornos témporomandibulares, pero no evita la contracción repetida y constante del músculo. Estas placas no pueden ser usadas en niños, ya que al ser rígidas limitarían el crecimiento óseo.

El tratamiento farmacológico tiene un efecto central, aunque algunas drogas, como las benzodiacepinas y los relajantes musculares, que reducen la actividad motora relacionada con el bruxismo, pueden resultar efectivas. También se sabe que cuando estas drogas son utilizadas de forma crónica, pueden producir efectos no deseados a largo plazo, por lo tanto, no constituyen un tratamiento de elección entre los odontólogos (Van der Zaag et al., 2000).

El cannabis provee múltiples efectos beneficiosos para los trastornos témporomandibulares, ya que disminuye la acción de los músculos masticatorios y el dolor miofascial, evitando fracturas y abrasiones
dentarias. Actúa como antiinflamatorio (Atalay et al 2019), regula el sueño y el estado de ánimo (Habib et al., 2021), y protege la ATM evitando la degradación del cartílago, ejerciendo un efecto condroprotector (Mbvundula et al., 2005; Kong et al., 2016).

Fuente Revista de la Facultad de Odontología, Universidad Nacional de Buenos Aires